El grito de Jesús con el que inicia la Semana Santa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado”, es el grito que identifica a todas las víctimas que piden una explicación a tanta injusticia, abandono y sufrimiento que existe en el mundo, reconoció el obispo de la Diócesis de Querétaro, Fidencio López Plaza. Es el grito, dijo, de migrantes, mujeres, jóvenes y pobres que sube al cielo y exige una respuesta ante tantas muertes, violencia e injusticias.

Al presidir la misa por el Domingo de Ramos desde la Catedral de Querétaro, señaló que la manera más autentica de celebrar la Pasión de Cristo, es reavivar la compasión de la humanidad hacía los que sufren, pues de lo contrario la fe en el Dios crucificado se diluye y se abre la puerta a toda clase de manipulaciones.

“Antes de morir grita, ‘¿Dios mío por qué me has abandonado?’, es un grito que identifica a todas las víctimas de la historia pidiendo una explicación a Dios de tantas injusticias, abandono y sufrimiento, son los gritos y quejidos de tantos inocentes, de migrantes, pobres, mujeres, jóvenes, hermanos y hermanas que desde Ciudad Juárez, Guanajuato y Zacatecas, del Estado de México y de todo el país, sube al cielo buscando una explicación a tanto sufrimiento y tanta muerte”.

Y es que reiteró, ante el gritó de Jesús en la Cruz, es importante reconocer que Dios es alguien que sufre con la miseria y le afecta el sufrimiento de todos; pues no existe un Dios que pueda estar ajeno a los calvarios del mundo.

“Dios en su misterio más intimo es alguien que sufre con nosotros nuestra miseria. No existe un Dios cuya vida transcurra al margen de nuestras penas, lagrimas y desgracias, él está en todos los calvarios de nuestro mundo y nos pone mirando hacía el sufrimiento y el abandono de tantas víctimas de la inseguridad y de la violencia, de las injusticias y las desgracias”, apuntó.

En este sentido, López Plaza llamó a los fieles a aprovechar la oportunidad de mirar al crucificado y con fe observar el misterio que se encierra en la imagen de Jesús en la cruz, asimismo, poder reconocer los signos y bendiciones, mencionó, que todos los días Dios derrama en la gente.