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La lucha por la Independencia de México no fue un acontecimiento repentino, sino el resultado de múltiples factores económicos, sociales y políticos que se acumularon durante el virreinato. La madrugada del 16 de septiembre de 1810, el Grito de Dolores abrió un camino de ruptura frente al sistema colonial que había condenado al atraso a gran parte de la población novohispana.
Durante el siglo XVIII, las Reformas Borbónicas limitaron la autonomía económica de la Nueva España. La corona española impuso impuestos especiales y centralizó recursos en la metrópoli, incluso gravando a la propia Iglesia, que funcionaba como prestamista. La concentración del poder económico sofocó cualquier posibilidad de desarrollo local.
A este escenario se sumó una crisis alimentaria: dos fuertes sequías arrasaron con las cosechas y la especulación de los latifundistas agravó la escasez de granos básicos. El hambre, las epidemias y la muerte golpearon a los sectores más vulnerables.
En el plano político, los criollos acaudalados comenzaron a exigir mayores espacios de poder, los cuales eran reservados para peninsulares. La invasión de Napoleón a España en 1808 y la abdicación de los reyes encendieron el debate sobre la soberanía, impulsado por voces como la de Francisco Primo de Verdad.
Conspiraciones secretas, como la de Querétaro, reunieron a personajes clave: Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez e Ignacio Aldama. Tras la delación de la conspiración el 12 de septiembre de 1810, Hidalgo decidió adelantar el levantamiento.
En la madrugada del 16 de septiembre, en el poblado de Dolores, Hidalgo convocó al pueblo con un llamado que incluyó por primera vez a indígenas y castas, quienes resentían con mayor dureza la explotación. Con el grito de “¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Muera el mal gobierno!”, se desató un movimiento que, aunque caótico, abrió la puerta a la independencia.
El inicio de la revolución de Independencia estuvo marcado por desigualdad, represión y un estallido social que no buscaba aún la emancipación plena, sino la caída del poder peninsular en la Nueva España.