¡Síguenos!
TwittearVisitas: 86
El expresidente uruguayo renunció al tratamiento en enero para vivir sus últimos días con calma.
Su legado político y humano continúa inspirando más allá de las fronteras de Uruguay.
José "Pepe" Mujica, el expresidente uruguayo que conmovió al mundo por su sencillez y coherencia, falleció este martes 13 de mayo de 2025 a los 89 años. Su partida, aunque esperada por su estado de salud, deja un vacío difícil de llenar en la política latinoamericana.
Desde enero de este año, Mujica había decidido suspender sus tratamientos contra el cáncer de esófago —que ya se había extendido al hígado— tras 31 sesiones de radioterapia. Lo hizo a su manera: sin drama, con firmeza, priorizando la paz sobre la prolongación del dolor.
El presidente actual de Uruguay, Yamandú Orsi, fue quien confirmó la noticia: “Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”.
Mujica fue mucho más que un mandatario. Fue guerrillero tupamaro, prisionero político, senador, ministro y líder de una presidencia (2010–2015) marcada por reformas profundas: la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, que colocaron a Uruguay como referente de políticas progresistas en el continente.
Pero tal vez lo que más caló en la gente fue su estilo de vida: vivía en una humilde chacra, manejaba un escarabajo viejo y donaba el 90% de su sueldo. “No soy pobre, soy sobrio”, decía. Así, sin poses, construyó una figura ética admirada incluso por quienes no compartían su ideología.
En uno de sus últimos mensajes, dejó esta joya: “El odio nos destruye. El amor, aunque duela, construye. Estoy agradecido porque he vivido intensamente”.
Hoy, Pepe se fue, pero dejó sembrada una idea poderosa: que se puede hacer política sin perder la humanidad.