¡Síguenos!Era domingo y el Titanic llevaba cinco días navegando por las heladas aguas del Atlántico Norte a todo vapor. Se trataba de su viaje inaugural y se aproximaba a las costas de Terranova, camino del puerto de Nueva York.
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A las 13.40 hs el equipo radiotelegráfico del barco recibió un mensaje del Baltic, otro trasatlántico de la White Star Line. Malas noticias, se alertaba de la presencia de icebergs y de gran cantidad de campos de hielo.
Nadie advirtió en esos momentos que aquel aviso constituía la antesala del dramático hundimiento.
El desmesurado y excesivo trasatlántico era el perfecto reflejo de una sociedad que también soportaba una carga exagerada de orgullo y de codicia. El gigante trasatlántico avanzaba imparable hacia las bélicas consecuencias de una expansión irresponsable.
Con el Titanic se hundió mucho más que un barco pomposo y monumental. Se hundió el símbolo del crecimiento descontrolado. Se fueron a pique un mundo y unos hombres que se tenían a sí mismos por seguros e infalibles.
Conociendo la presencia de hielo, el capitán Smith mandó calcular al sexto oficial el tiempo que tardarían en cruzarse con los témpanos. A bordo, por lo tanto, había conciencia del peligro de navegar entre icebergs, y, aun así, el armador Bruce Ismay fue reacio a reducir la velocidad. Quería cruzar el océano en un tiempo ejemplar para reforzar la excelente imagen de la compañía.
A las 21 hs la cabina del radiotelegrafista Jack Philips, de la empresa Marconi, todavía recibía un nuevo mensaje que anunciaba una zona con hielo hacia donde se dirigía el Titanic. Philips no transmitió nunca al puente de mando esta notificación.
Se evitó el choque frontal, pero no el impacto lateral. El hielo sumergido bajo el nivel del mar rasgó el costado del navío y hundió su cuerpo macizo a lo largo de sesenta metros en el casco de acero. Se abrió una vía de agua letal en la sala de calderas.
El Titanic, pese a tener una capacidad para más de tres mil pasajeros y tripulantes, solo se había dotado de poco más de mil plazas en los botes salvavidas
Durante el hundimiento también se aplicó la ley no escrita que protegía la vida de los pasajeros más adinerados por delante de la de los demás.
Por su tonelaje, el Titanic solo estaba obligado a disponer de botes para 962 personas
Finalmente, a las 2.20 h de la madrugada del 15 de abril, las aguas del océano se cerraron para siempre sobre el fraudulento titán de los mares.
Fallecieron en las aguas heladas 1513 personas de las 2224 que viajaban a bordo.